Usado en Buen estado, EDITORIAL LETRAS CUBANAS -PRIMERA EDICION- (1957) IMPRESO EN LA HABANA LIBRO UNICO,DESCATALOGADO $750
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introdujo en los círculos académicos de
la Cuba de los años cuarenta del siglo pasado el análisis del cine. En
este sentido, Valdés-Rodríguez es un pionero indiscutible, si tomamos en
cuenta que es en los sesenta que las universidades norteamericanas, por
ejemplo, le conceden importancia investigativa a las prácticas
fílmicas. Valdés-Rodríguez fundó en 1939 la Academia de Artes
Dramáticas, de la Escuela Libre de La Habana, y dio a conocer por
primera vez su curso “El cine: industria y arte de nuestro tiempo”.
Hay que remontarse a esos años para
lograr obtener una idea nítida de la singularidad de ese gesto. Por
aquellas fechas el cine, al menos en nuestro país, no era reconocido aún
como una actividad que mereciera la misma atención intelectual que el
resto de las expresiones artísticas. A diferencia de la literatura, el
teatro, o las artes plásticas, se le asociaba a la feria fútil, al
entretenimiento efímero, de allí que proliferaran las reseñas, pero
brillaran por su ausencia las aproximaciones ensayísticas, o las
interpretaciones que indagaran en las características del nuevo
lenguaje.
Valdés-Rodríguez rompió con esas reglas.
Tal vez su pasión por el arte de las imágenes en movimiento le naciera
mientras se desempeñara en 1921 en la administración del cine Fausto.
Siete años después comienza a colaborar como crítico de cine en
publicaciones como “El Mundo”, “El País”, o “La Revista de La Habana”,
mientras que, de acuerdo a lo investigado por María Eulalia Douglas, se
reúne en su casa con un grupo de amigos, entre los que se encontraban
Fernando Ortiz, Raúl Roa, Juan Marinello, Rubén Martínez Villena, para
ver y discutir películas notables que llegaban al país, pero no eran
exhibidas por razones comerciales.
En 1935 Valdés-Rodríguez es nombrado
crítico oficial de teatro y cine en el periódico “El Mundo”. Pudiera
decirse que es en ese momento que nace en Cuba una conciencia crítica
que interpreta al cine como un problema al que hay que concederle una
atención mayor que la mera referencia informativa. Para entonces,
Valdés-Rodríguez ya había asumido una clara posición política, luego de
ingresar en 1934 en el Partido Comunista, ser nombrado secretario de la
Liga Antimperialista de Cuba, y viajar a la URSS como corresponsal de
“Ahora” y “Bohemia”, ocasión en que, dicho sea de paso, conoció entre
otros a Eisenstein y Gorki.
El 13 de julio de 1942 Valdés-Rodríguez
inicia en la Universidad de La Habana su curso “El cine: industria y
arte de nuestro tiempo”. La investigadora María Eulalia Douglas nos ha
dicho que “estos cursos, que se ofrecieron hasta 1957, constaban de
dieciséis sesiones teóricas y doce proyecciones de filmes destacados,
que eran debatidos”. Sería interesante publicar alguna vez los
nombres de todos los que pasaron por esos encuentros. Encontraríamos
allí jóvenes que, con el transcurrir del tiempo se convertirán en
nombres claves de la cultura cubana, como Germán Puig y Ricardo Vigón,
fundadores del Cine-Club de La Habana (1948), el cual se transformaría
más tarde en la primera Cinemateca de Cuba.